Los SNS se han visto interpelados por sus profesionales y por la propia ciudadanía, que los ha redescubierto como un pilar de su bienestar. Los retos pasan también por garantizar su sostenibilidad económica. Debemos detenernos y mirar dónde estamos, dónde queremos ir y cuál tiene que ser el camino para ello, y poner en posición preferente las políticas de salud pública. Los 35 años de la aprobación de la Ley General de Sanidad impulsada por el ministro Ernest Lluch son un motivo más para reflexionar sobre las necesidades y retos del SNS del siglo XXI.

De acuerdo con datos de la OMS, sabemos que cerca del 25 % de la carga de morbilidad mundial podría ser prevenida centrando la atención en la reducción de los factores de riesgo sociales y medioambientales. Y sabemos también que para abordar los determinantes medioambientales de la salud es indispensable hacerlo en colaboración con otros sectores económicos (energía, transportes, agricultura, industria). El elemento sistémico es clave, y repensar la relación de los distintos componentes de este triángulo (salud, economía, medio ambiente) determinará el bienestar de la especie humana y nuestras formas de convivencia.

De los cuatro elementos que representaban la materia en la Antigüedad clásica, es el fuego el que mejor representa el punto de inflexión político que caracteriza la hipermodernidad. El fuego constituye el elemento incandescente que rodea, como riesgo y posibilidad extrema, el lenguaje y la práctica de la política. Así, el necesario diálogo político es un diálogo en tiempos de combustión, acelerado. Y es preciso que entendamos el bagaje ideológico que hay tras esta práctica y los acontecimientos que explican nuestra vida cotidiana para conocer qué diálogo es el posible.

Las actividades delictivas de corrupción son la parte visible de un fenómeno más profundo y difícil de analizar como es el de la pérdida de lealtad democrática. Cuando ocurre esto, la confianza en las instituciones decae y la corrupción aflora y puede estructurarse, incluso, en organizaciones mafiosas que toman sentido a escala sistémica. ¿Cómo lograr condiciones de equidad que eviten la tradición del principio democrático? ¿Qué señales emiten las organizaciones mafiosas que provocan que la ciudadanía las acabe por legitimar?

Algunos de los tópicos que últimamente operan en clave de conflicto generacional caricaturizan un fenómeno real: la ruptura de los modelos sociales, económicos, políticos, tecnológicos y energéticos compartidos que habían predominado desde la segunda mitad del siglo xx. Pero si bien es cierto que se observan fricciones que dificultan seriamente el diálogo intergeneracional, también lo es que estas pueden ser generadoras de nuevos entendimientos y potencialidades.